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Clímax, la tortura hecha película

Cómo me gustan los títulos así de pretenciosos. A ver, Clímax, la película. Me cago en Dios.

De la existencia de esta película sólo conocía su poster, que he de decir que me flipa, y sólo eso ya llamó mi atención. Después, mis dos compañeros de WR también la vieron y recomendaron, y aunque parezca mentira en mí, les hice caso y la vi.


Los primeros 20 minutos descolocan una barbaridad. Todo es baile, música y parece que te has metido a ver un musical. Todo este baile con su buen plano secuencia que hace que no sea muy largo ni tedioso. Después el baile se acaba y empieza la fiesta. Me gustan mucho los diálogos que se tienen en dúos o tríos, no hay apenas movimiento de cámara y se junta al ya nombrado anteriormente plano secuencia.



Fuente: #IMBD


El plano secuencia


Cómo me gustan los subtítulos pretenciosos. Cómo me gusta la pretenciosidad. No voy a hablar de la técnica que se esconde detrás de los planos seguimientos y los planos secuencias, todos sabemos lo complicado que es. Voy a hablar de lo que es como actor de cine el cambio a ser un actor de “teatro”. A ver, me explico. En las secuencias de acción se suelen hacer cortes y si hay algún plano largo no dura demasiado. El hecho de hacer un plano muy largo es que el actor no sale del estado performántico y para esta película esto viene genial. Sí, un actor profesional puede estar en un estado de reposo y en segundos ponerse a llorar, gritar y sentir/transmitir una pena brutal, pero si el actor lleva diez minutos seguidos en una situación como la que ocurre en clímax, su actuación se verá mejorada, dejará de actuar para empezar a ser.


Fuente: #IMBD


Quita eso de mi vista


Este subtítulo no es tan pretencioso, seguiré esforzándome para que el nivel de pretenciosidad no decaiga, que esto es una crítica de cine, por Dios.

Asco. Repelús. Sensación de malestar. No me acuerdo de todo lo que ocurre en la trama final de la película. Me acuerdo del niño chillando en francés a su madre desde el cuarto de la luz. Me acuerdo de la madre chillando al niño. Me acuerdo del plano secuencia desde el pasillo a la zona de baile, al pasillo otra vez, a los dormitorios… Me acuerdo del fuego y de alguien quemándose. Me acuerdo de la lujuria descontrolada. Me encantaría no acordarme. Me encantaría olvidarme de más cosas que he ido quitando de mi mente de forma automática, pero el niño francés chillando a su madre sigue en mi cabeza. Es un mérito lo que consigue la cinta. Me encantan todos los sinónimos de película que se utilizan cuando se escribe de cine. Bueno, voy a ir acabando, se viene el último subtítulo, voy a intentar que esté a la altura del primero.



Fuente: #IMBD


El giro de 180°


No hacía falta. Ya habían conseguido todas las sensaciones que tenían en su lista de torturas, pero querían más, y aunque a veces la avaricia rompe el saco, en este caso no lo hace. Es verdad que el saco está a punto de romperse, pero la belleza de la fotografía con las luces y los colores hace que quieras seguir viendo, quieres seguir torturándote. El momento en el que entra la policía y con ellos la luz blanca es precioso.


En la tortura hay belleza. Igual que en la belleza hay tortura. No volvería a ver nunca más esta película, tampoco se la recomendaría a cualquiera. Es una película que está ahí para poder sentirte Jesucristo durante un rato, es una peli que ayuda a valorar las comedias laxas que te quitan malas sensaciones de tu vida. Esta película hace mejor a Ocho Apellidos Vascos.


Daniel García Lara, Writing Rabbits




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