“¿Y si la película no fuera de Viggo Mortensen te hubiera gustado?” Esta pregunta me la hizo una muy buena amiga al salir del cine. Sembró esa duda en mi tiesto y me obligó a sincerarme conmigo mismo. Quizás no. Quizás no la hubiera disfrutado tanto.
Ver a Viggo Mortensen en acción nunca me resultará un trago duro de digerir. Es natural, es creíble, es simpático y agradable a la vista. No podría encontrar un mal calificativo para él. Cómo actor, no es sorpresa decir que, una vez más, lo vuelve a bordar. Como director y escritor dibuja un drama familiar, más oscuro de lo que cabría esperar, irritante y en algún momento repetitivo. Un padre maltratador que lleva al límite a cualquiera que se le cruce en su camino. En su vejez, Lance Henriksen encarna a este despiadado padre que lucha contra su alzheimer para poder seguir haciendo la vida imposible a aquellos que le rodean. Lleno de clichés retrógrados, el personaje de Henriksen, irrita hasta hacerse inmensamente repetitivo, y vuelve a irritar.
Se echa de menos un ritmo más frenético. No sé si hubiera necesitado muchas cosas más si la película no fuera de Viggo Mortensen. Quizás hubiera necesitado un montaje más económico o más rítmico, quizás algún giro de guión menos previsible, quizás un poco de justicia poética para un padre que aún habiendo maltratado siempre a su hijo lo sigue teniendo al lado.
El hecho de que Mortensen debute como director es una muy buena notícia. Sospecho que nuevos proyectos nacerán de su puño y letra. Su primera cinta es conmovedora pero me parece un aperitivo un tanto insípido para lo que auguro que puede ser un banquete cinematográfico de altura.
Aitor Fernández Navarro, Writing Rabbits